«Nuestra relación ha sido muy buena y estamos trabajando duro, juntos, en la frontera (…) ¡Gracias a la presidenta Sheinbaum por su arduo trabajo y cooperación!», escribió Trump.

Y Sheinbaum respondió: «Tuvimos una excelente y respetuosa llamada en la que coincidimos en que nuestro trabajo y colaboración han dado resultados sin precedentes».

Las diferencias entre Trump y Sheinbaum son notables: él es conservador, de masculinidad fuerte, crítico de la ciencia, impredecible y de políticas y discursos disruptivos; ella, en cambio, es feminista, moderada, científica y cuidadosa en los métodos, las palabras y las políticas públicas.

Diferentes, antagónicos, pero los adjetivos positivos del uno sobre el otro se repiten una y otra vez en las declaraciones de ambos: «Tengo un gran respeto por ella»; «hay que resaltar que el trato ha sido muy respetoso», dijo Trump.

¿Cómo ha logrado hasta ahora Sheinbaum, cuya popularidad aumentó hasta un inédito 85% entre los mexicanos, convertir lo que parecía una tormenta perfecta en una oportunidad?

Mucho se debe a su estrategia de seguridad, que, aunque ella no lo manifieste, es distinta a la de su predecesor, Andrés Manuel López Obrador, el fundador y líder simbólico del movimiento político que comparten.

AMLO, como le conocen en México, tuvo una política «humanista» hacia la creciente ola de violencia en el país: privilegió la inversión social para evitar que los jóvenes entraran al crimen y redujo la persecución a los grupos armados para evitar más muertos.

En un momento él la llamó la política de «abrazos, no balazos» para marcar diferencia con los gobiernos anteriores que, en parte apoyados por EE.UU., le dieron un enfoque militar a la llamada «guerra contra las drogas», lo que llevó a la violación de los derechos humanos en México.

Sheinbaum, por supuesto, no critica ni se distancia de esa línea. En su declaración del jueves insistió en que parte de su objetivo es atender las causas de la violencia.

Pero incluso antes de que llegara a la presidencia se sabía que tenía una lectura distinta de la delincuencia. Cuando fue alcaldesa de la Ciudad de México, entre 2018 y 2023, fortaleció y depuró a la policía, creó sofisticadas redes de coordinación entre autoridades, puso cámaras en cada esquina y convenció a la ciudadanía de que denunciar era primordial.

Con eso, redujo un 58% la incidencia delictiva y un 51% los homicidios dolosos, según cifras oficiales.

Su idea es replicar la experiencia de la alcaldía en la presidencia. Para ello puso a la al frente de la Secretaría de Seguridad al expolicía e hijo de militares Omar García Harfuch, quien desempeñó ese cargo en la alcaldía.

Y todo indica que, a pesar de la prevalencia de la violencia, su estrategia le está dando réditos: los homicidios a nivel nacional han bajado un 16%, se han incautado decenas de toneladas de fentanilo, se han destruido varios laboratorios del peligroso opioide y han arrestado a importantes capos del narco.

La semana pasada, además, el gobierno mexicano envió a EE.UU. a 29 de los criminales más buscados del mundo, en un «traslado» que causó controversia, y mostró el pragmatismo de Sheinbaum, en lo que se interpretó como un gesto hacia Trump. Al mismo tiempo, como dijo la mandataria, se avanzó en la lucha contra el crimen.,

Pero la violencia, por supuesto, sigue siendo noticia diaria en México. Los avances y los números no dicen nada del problema de fondo, según le dice a BBC Mundo Ernesto López Portillo, coordinador del programa de Seguridad Ciudadana de la Universidad Iberoamericana CDMX.

«Sheinbaum ha modificado radicalmente la política de Seguridad del anterior presidente a pesar de que se trate del mismo partido», dice.

«AMLO aceptó, o al menos toleró, el crecimiento de la influencia de organizaciones delictivas a lo largo del país (…) México tiene un problema crónico de impunidad, de extorsión, de desapariciones y nada de lo que haga la presidenta puede resolver eso rápidamente».

«La presión de Trump hace que México tenga que dar resultados en detenciones y flujo de drogas, pero no sabemos si eso implica fortalecer las instituciones o si es una cuestión temporal de resultados», añade López Portillo.

Sheinbaum llegó al poder tres meses antes que Trump. Es decir, antes que los aranceles vino el cambio en la política de seguridad mexicana. Solo que ahora Sheinbaum redobló la apuesta.

«Nosotros hacemos este trabajo por la seguridad de México», señaló la mandataria este jueves «Es parte de nuestra estrategia de seguridad y de nuestra cooperación con EE.UU.».

Es como si Sheinbaum intentara matar dos pájaros de un tiro.

«La política de seguridad se fortalece y se acelera con la presión estadounidense, pero no es exclusivamente una reacción», dice Guadalupe González, experta en relaciones internacionales del Colegio de México.

«Y con la economía es similar», añade. «La estrategia ahí es convencer a EE.UU. de que, para recuperar su competitividad y fortalecer su propia industria, requiere de México»

Quizás, entonces, son tres los pájaros de Sheinbaum.

En enero, cuando Trump estaba por juramentarse, la presidenta presentó, acompañada del sector privado, ante la monumentalidad del Museo de Antropología, el Plan México, una estrategia integral para ensanchar el aparato productivo del país, atraer inversiones, apoyar a las medianas empresas, reducir la burocracia para emprender y fortalecer el turismo.

Un esquema de plantificación económica que, dicho de otra forma, busca depender menos del gigante del norte.

O como dijo Sheinbaum el jueves: «Vamos a fortalecer nuestra soberanía energética. Tenemos que fortalecer nuestra autosuficiencia (…) Nosotros también tenemos que hacer revisión de nuestros tratados».

En 2026 está pautada una renegociación del TMEC, el crucial acuerdo de libre comercio entre México, Canadá y Estados Unidos. Lo que con Trump parece una excusa ideal para que el país más grande someta a los dos pequeños, puede convertirse, dice la presidenta, en otra oportunidad para México.

El martes, cuando Trump impuso los aranceles, la mandataria dijo que iba a anunciar las medidas de respuesta en un grandioso evento en el Zócalo, la monumental y ancestral plaza del centro capitalino.

Ahora sin aranceles, el evento se celebrará igual: «Vamos a hacer un festival, vamos a celebrar el logro de este acuerdo y vamos a invitar a grupos musicales para festejar», anunció una sonriente presidenta este jueves.

«Vengan los paisanos, vengan que los abrazamos, que son lo mejor que tiene nuestro país», añadió, en referencia a los campesinos que ya habían comprado sus boletos la capital.

Como si no le bastara con que 8 de cada 10 mexicanos la apoyen, Sheinbaum va a doblar la apuesta nacionalista: quizá, entonces, son cuatro los pájaros que intenta matar ante la amenaza de Trump.

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